Un nuevo comienzo

A veces la vida nos lleva por caminos que no hemos decidido tomar. La propia inercia de nuestra vorágine diaria nos va arrastrando sin ser conscientes de que es hacia allí donde realmente nos queremos dirigir. Por eso es necesario parar, frenar en seco, y abrir los ojos. Vivimos en la época de la globalización, de las prisas, de producir por producir, de consumir por consumir, de hacer las cosas porque tocan, sin detenerse a pensar si todo eso tiene sentido. Y entonces llega una pandemia mundial y nos cambia los esquemas por completo. En mi caso, no es que me haya dado cuenta de que estaba equivocada en todo, pero sí que esta situación me ha reafirmado en muchas ideas y conceptos que ya estaba aplicando en mi forma de ver el mundo.

Me gusta pensar que las personas tenemos un gran poder: el poder de elegir. Y aunque la vida nos ponga muchas veces en una encrucijada o sintamos que estamos en un callejón sin salida, podemos elegir y tomar nuestras propias decisiones. En definitiva, sólo nosotros somos los dueños de nuestro destino. Aunque pasen cosas que no podamos controlar y que no dependan únicamente de nosotros mismos, siempre podremos escoger qué hacer para adaptarnos a esa realidad, y siendo fieles a nuestra forma de pensar y de actuar.

Y en ese punto me encuentro ahora mismo. Acabo de tomar una decisión que en este caso me lleva a emprender un cambio profesional. Podría sentir miedo, vértigo, incluso angustia por no saber qué va a pasar a partir de ahora, pero prefiero apoyarme en sensaciones y emociones positivas.

Un cambio que uno mismo provoca también puede ser ilusionante, esperanzador o habernos quitado un peso de encima.

¿A que nuestra mochila se lleva mejor cuando hay menos carga dentro? Sentirse liberado, sin aquello que nos ahoga o aprieta, podría ser una forma de alcanzar la felicidad, ¿no os parece?. Para mí, otro ejemplo de ello sería una tarde de verano en el campo, bajo la sombra de los árboles frutales, mientras preparo una merienda sencilla, un poco de pan recién horneado, fresas del mercado local, y agua fresca de un manantial próximo. Después, podría dar un pequeño paseo, recoger flores silvestres, y luego detenerme y cerrar los ojos, mientras escucho el canto de las cigarras y una ligera brisa me acaricia el rostro y agita suavemente mi vestido. Algo tan poético y a la vez tan simple.

«Solo yo puedo cambiar mi vida. Nadie puede hacerlo por mí»

—Carol Burnett