LACASETA. UN AÑO DESPUÉS

30 de junio de 2021. Ese día amaneció nublado. Francesc y yo teníamos hora con el notario bastante temprano, a las 8.30h para ser exactos. Tras encontrar la casa durante las Navidades, casi medio año más tarde, íbamos a comprarla. Al salir del acto de firma, nos fuimos a tomar un café en una terraza cercana y de pronto empezó a diluviar. Nos resguardamos bajo el toldo un rato hasta que ya vimos que era imposible no mojarse con la que estaba cayendo. Y de pronto, paró. Fue una tormenta clásica de verano. Entonces fuimos a recoger a las niñas que estaban en casa de los abuelos y nos dirigimos a Rocafort. Al llegar, sacamos el juego de llaves del bolsillo (sólo había dos, la de la puerta principal y la del buzón), abrimos la puerta y entramos. La casa estaba en absoluto silencio. Aún quedaban cosas del antiguo inquilino, que no había tenido tiempo de llevarse, así que tampoco se veía del todo vacía. Nos dirigimos al patio. Las malas hierbas habían crecido en modo selvático. ‘Sin duda tenemos que empezar por aquí.’ Me dije a mí misma. Y así fue. A la siguiente semana ya estábamos desbrozando.

Ya ha pasado un año y aún no me creo que hayamos podido construir un hogar aquí. Siempre tuvimos claro que iríamos acondicionando la casa poco a poco, y de esa manera ver qué necesidades tenía. Apenas hemos hecho reformas, porque queríamos preservar los elementos originales y su autenticidad, pero sí que había que poner al día instalaciones, arreglar el tejado, y solucionar algunos problemas de humedad y aislamiento. Hemos vivido todo el proceso de una forma muy especial y hemos conseguido crear nuestro anhelado refugio, un lugar donde poder estar más cerca de la naturaleza, donde vivir a otro ritmo, más en consonancia con las estaciones; un lugar donde ver crecer a nuestras hijas y donde acumular anécdotas y recuerdos que guardaremos en nuestra memoria para siempre. Aquí hemos reído, llorado, nos hemos puesto enfermos, hemos plantado nuestro primer árbol, hemos celebrado comidas y cenas con la familia, hemos visto amanecer, hemos conocido gente nueva…

Ese era nuestro sueño, algo que se empezó a dibujar durante el confinamiento, aquella primavera extraña del 2020, más propia de una película de ciencia ficción, pero que nos tocó vivir a todos, en primerísima persona. La esencia de este proyecto familiar y personal pasaba también por poderlo compartir con otras personas, y de esta manera financiar su mantenimiento y recuperar la inversión. Así que a finales de mayo de este año, la casa también está disponible como alojamiento rural, del cuál me encargo de gestionar personalmente. Como no vivimos aquí (de momento) y no estamos siempre en la casa, nos es posible recibir huéspedes, una experiencia que también nos está enriqueciendo y enseñando mucho. Por ahora sólo es posible alojarse de mayo a octubre pero ya iremos viendo si ampliamos su disponibilidad con el tiempo o al contrario, sólo la ofrecemos puntualmente. Queremos que todo esto fluya y a ver hacia donde nos lleva. He ahí la magia, ¿verdad?